C
omo todo en el organismo animal, está formado por células, pero
las del cerebro son excepcionales por su impresionante diversidad,
por la complejidad de sus formas, por la intrincadísima red que
comunica a unas células con otras. Algunas son modestamente
estrelladas, otras recuerdan, por su forma, a los animales marinos,
calamares y medusas, otras tienen bifurcaciones complejas, y otras
más, en fin, exhiben increíbles penachos con ramificaciones que se
extienden en áreas muchas veces mayores que el cuerpo de la célula.
Las células del cerebro se llaman neuronas.La
estructura y la comunicación de las neuronas, en los albores de este
siglo, fueron descritas magistralmente por el sabio español Santiago
Ramón y Cajal —un gigante de la ciencia— quien encontró en el
minucioso escudriñar de las laminillas bajo el microscopio una
característica fundamental de la comunicación entre las células
nerviosas: casi nunca se tocan, están separadas por pequeñísimos
espacios, cuyo significado y enorme importancia vendría a conocerse
mucho tiempo después. A pesar de las diferencias en la forma de las
neuronas, su estructura en los sitios en los que se comunican unas
con otras es muy similar. La parte de la neurona que "habla"
con otra neurona tiene siempre una estructura típica, y la región
de la neurona que recibe ese contacto también tiene una forma
característica. A esta zona de interacción de las neuronas se le
llama sinapsis (del griego sunayiV = unión,
enlace), y su funcionamiento es esencial para explicar prácticamente
todas las acciones del cerebro, desde las más sencillas como ordenar
a los músculos que se contraigan y se relajen en forma coordinada
para llevar a cabo un simple movimiento, hasta las más complicadas
tareas intelectuales, pasando también por las funciones que
originan, controlan y modulan las emociones.